jueves, 9 de mayo de 2013

Depresión (I). Más allá de la tristeza


     Coloquialmente, se usa la palabra “depresión” con demasiada laxitud, confundiéndola con otros estados y enfermedades que, aunque a veces estén relacionados, no la definen en su totalidad. En su uso corriente, el término “depresión” suele describir, con frecuencia, un estado de tristeza, melancolía o decaimiento, normalmente de origen claro y de breve duración. Sin embargo, la tristeza no es equiparable a la depresión. Comencemos a distinguirlas.

       Para empezar, la tristeza es un estado de ánimo, sentimiento o emoción, de carácter negativo, que todos nosotros hemos experimentado en algún momento, ante las diversas vicisitudes de la vida. Se caracteriza por un estado de abatimiento, un decaimiento de nuestro estado de ánimo, una sensación de vacío, cuya causa está claramente delimitada. Como norma general, se produce ante una pérdida de cualquier tipo (fallecimiento, desempleo,..), una decepción o un fracaso. Pero, afortunadamente, suele tener una corta duración, pues termina cuando cesa la causa que la provocó.

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        En cambio, la depresión es una enfermedad mental, un trastorno del estado de ánimo. No se trata, de ningún modo, de una tristeza de más intensidad o de más duración. Desgraciadamente, es algo mucho más complejo. Sí es verdad, que la tristeza figura como uno de sus síntomas. Sin embargo, sufrir un sólo síntoma, no implica padecer la enfermedad.

         En mi opinión, quizás haya un par de aspectos que definan bien este trastorno. El primero es que, en la depresión, la causalidad no está delimitada; y si lo está, el sujeto no es consciente de la misma. Cuando una persona está deprimida no sabe porqué se encuentra en ese estado.

       Pero, seguramente, lo que más caracterice al trastorno depresivo sea un conjunto de síntomas muy relacionados: la apatíaanhedonia, y fatiga o cansancio. El paciente con depresión tiende a desconectarse del mundo y de todo aquello que ocasione placer; nada le motiva ni le hace disfrutar. Si a esto le unimos la falta de motivación (apatía) que resulta de esta incapacidad para disfrutar de las cosas, nos encontramos con un círculo vicioso difícil de superar. Me explico: si no estamos motivados para realizar aquellas actividades que normalmente nos gustaban y, por tanto, no las realizamos, no podemos obtener placer de ellas, siendo ésta la principal razón para la desmotivación.

        En cualquier caso, no son éstos los únicos síntomas presentes en la depresión. Veámoslo:
  • Estado de ánimo deprimido (tristeza)
  • Irritabilidad
  • Pérdida de interés o motivación (apatía)
  • Incapacidad para disfrutar (anhedonia)
  • Fatiga (astenia)
  • Problemas de concentración
  • Indecisión
  • Baja autoestima
  • Sentimientos de culpa, inutilidad, desesperanza
  • Insomnio o Hipersomnia
  • Pérdida o aumento de peso (significativos)
  • Pérdida o aumento de apetito (significativos)
  • Ideas o intentos suicidas
   
    No obstante, no es suficiente con conocer los síntomas más frecuentes. En muchas ocasiones, otros síntomas somáticos (como dolores de cabeza, espalda,..) o cognitivos (como ansiedad, nerviosismo,...) pueden llevarnos a sospechar la presencia de un trastorno depresivo. Para realizar un diagnóstico de depresión, es necesario recoger y organizar información de manera sistemática, aunque juega un papel importante la intuición y la experiencia del profesional.

          De este modo, el médico, psicólogo o psiquiatra sigue determinados procedimientos, que se ajustan a un sistema de clasificación de enfermedades, donde se pormenorizan los síntomas, los criterios temporales y el diagnóstico diferencial. En fin, para no extendernos demasiado, sólo diremos que, en el caso las enfermedades mentales, el profesional puede recurrir a dos sistemas de clasificación. El primer sistema es el denominado CIE-10 (Clasificación Internacional de Enfermedades), publicado por la OMS y que, en su capítulo quinto, se ocupa de las enfermedades mentales y del comportamiento. El otro sistema, centrado específicamente en los trastornos mentales, es el DSM-IV (en inglés Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders,), publicado por la Asociación Americana de Psiquiatría.

          Una vez confirmado el diagnóstico, podemos proseguir con su tratamiento, ya sea éste farmacológico o psicológico. Existen una ingente cantidad de fármacos antidepresivos, y lo mismo ocurre con las terapias psicológicos. Todas ellas son más o menos eficaces, pero éste no es un tema que tenga cabida en este post.